viernes, 17 de abril de 2020

Mus[ic]a


Realmente no podría poner en palabras lo que significa la música para mí. La única palabra más acertada que encuentro para definirlo es “vida”. La música es pasión, es alegría, es amor, es tristeza. Es vida. Jamás, en toda mi existencia, podría concebir un mundo sin música. Muchas veces es ésta lo único que me hace querer levantarme de mi cama. Me hace sonreír y me hace llorar. Me hace cantar y sentir cualquier emoción que quiera evocar dicha canción que esté escuchando en ese momento.
Cada vez que escucho una canción o simplemente una melodía, no puedo evitar dejar correr libre mi empatía y permitir que todas las emociones impregnadas en aquellas notas y palabras surjan a través de mí y formen su propia vida dentro de mi ser. Es como si me poseyeran en la cantidad de tiempo que dura esa canción en particular; de principio a fin soy toda suya. Si me siento feliz y escucho una canción triste, automáticamente me entristezco; y viceversa. Escapa mi control completamente.
Mientras tenga mis auriculares puestos, o incluso por medio de los parlantes, el ritmo se apodera de mí y me toma prisionera –lo cual es irónico porque nunca me siento más libre que cuando escucho música–. Con ella soy capaz de olvidar o recordar todo por unos escasos minutos que, gracias a una sucesión quizás, se pueden convertir en horas. Me transporta en el tiempo y en el espacio, me lleva hasta mundos y situaciones inexistentes, que son creación no solo mías sino de la melodía también. Ella me ayuda a crear y a viajar.
Como alguien a quien admiro una vez dijo –y esta es una de las frases que más me ha llegado al corazón–, la música es mi mejor amiga y es el único amor que jamás me ha dejado. Ella me hace compañía, llena todos mis huecos vacíos y me permite hacer catarsis. La música nunca me va a traicionar, nunca me va a hacer daño; ella es misericordiosa y solidaria, incluso empática. Ella siempre va a estar para mí, siempre que la necesite –y esto mismo no lo puedo decir de las personas que me rodean, ya sean amigos o familiares–.
Me trae paz y felicidad; me permite soñar despierta y soportar la realidad. Con ella puedo vivir una vida mucho mejor que la mía. Con ella todo puede ser realidad.