I don’t like to talk about it; I prefer to pretend that it never happened in the first place. It was my first job right out of school, so I had that glint in my eye that spelled excitement and naivety.
I went to work for this new company, which was just starting. They put me in the computer engineering department since I knew some stuff related to the field. The building that served as the headquarters was being recycled, or at least the contractors were trying to. It was old and run down, and despite the best efforts to restore it, the place still looked like shit. It seemed like it just didn’t want the makeover.
I remember the first day the most, because of the strong first impression I got from the whole ordeal. As I arrived, I felt this intense sensation of dread take over me, and I couldn’t get rid of it all throughout the day.
My supervisor, a guy with a big mustache but otherwise unremarkable features, greeted me at the entrance and gave me a tour of the facilities, leaving my work station till the end. The entire time, the feeling I got as soon as I stepped into the premises only intensified. The more we walked into the building, the more uneasy I felt.
When we finally arrived at my desk, I noticed for the first time what was really wrong with the place, something that my “tour guide” didn’t mention during his introductory speech. There were thick solid iron bars on every window as if it were some kind of prison. When I brought attention to it and asked about the reason behind such extreme protection, my superior commented in somewhat of a dismissive tone that the building used to house a mental asylum.
As I took in my new surroundings, trying to acclimate to the room and its creepy oddities, I saw something that made my blood run cold. There were hundreds, or maybe thousands, of scratches on the ceiling above us. They looked like they were made by human nails, but a disturbing feeling made me uncertain of such an assumption.
In an attempt to make light of it all, I said that the reason for the place being a former nuthouse explained said scratch marks on the ceiling, but the guy only stared at me strangely before looking up. With an indecipherable expression that might have hidden fear, the man made a weird noise in the back of his throat before finally addressing my comment.
What he said then chilled me to the core, and to this day I remember it crystal clear. He admitted that the marks were new, that they weren’t there a few days prior. At that moment, my instinct was to run away and never go back, but I desperately needed the money.
Maybe I would have worked there longer since the scratches didn’t bother me that much after a few weeks. But when I started hearing growling sounds while working alone at night, I decided that it would be better for me to start looking for a new job.
I went to work for this new company, which was just starting. They put me in the computer engineering department since I knew some stuff related to the field. The building that served as the headquarters was being recycled, or at least the contractors were trying to. It was old and run down, and despite the best efforts to restore it, the place still looked like shit. It seemed like it just didn’t want the makeover.
I remember the first day the most, because of the strong first impression I got from the whole ordeal. As I arrived, I felt this intense sensation of dread take over me, and I couldn’t get rid of it all throughout the day.
My supervisor, a guy with a big mustache but otherwise unremarkable features, greeted me at the entrance and gave me a tour of the facilities, leaving my work station till the end. The entire time, the feeling I got as soon as I stepped into the premises only intensified. The more we walked into the building, the more uneasy I felt.
When we finally arrived at my desk, I noticed for the first time what was really wrong with the place, something that my “tour guide” didn’t mention during his introductory speech. There were thick solid iron bars on every window as if it were some kind of prison. When I brought attention to it and asked about the reason behind such extreme protection, my superior commented in somewhat of a dismissive tone that the building used to house a mental asylum.
As I took in my new surroundings, trying to acclimate to the room and its creepy oddities, I saw something that made my blood run cold. There were hundreds, or maybe thousands, of scratches on the ceiling above us. They looked like they were made by human nails, but a disturbing feeling made me uncertain of such an assumption.
In an attempt to make light of it all, I said that the reason for the place being a former nuthouse explained said scratch marks on the ceiling, but the guy only stared at me strangely before looking up. With an indecipherable expression that might have hidden fear, the man made a weird noise in the back of his throat before finally addressing my comment.
What he said then chilled me to the core, and to this day I remember it crystal clear. He admitted that the marks were new, that they weren’t there a few days prior. At that moment, my instinct was to run away and never go back, but I desperately needed the money.
Maybe I would have worked there longer since the scratches didn’t bother me that much after a few weeks. But when I started hearing growling sounds while working alone at night, I decided that it would be better for me to start looking for a new job.
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No me gusta hablar de esto; prefiero fingir que nunca sucedió en primer lugar. Fue mi primer trabajo justo al graduarme de la escuela, así que tenía ese brillo en los ojos que delataba exaltación e ingenuidad.
Fui a trabajar para esta nueva compañía que apenas comenzaba. Me pusieron en el departamento de ingeniería informática, ya que sabía algunas cosas relacionadas con el campo. El edificio que servía como sede estaba siendo renovado, o al menos los contratistas estaban tratando de hacerlo. Era viejo y estaba descuidado, y a pesar de los mejores esfuerzos para restaurarlo, el lugar todavía se veía horrible. Parecía que simplemente no quería el cambio de imagen.
Recuerdo el primer día más que el resto, debido a la fuerte primera impresión que tuve. Cuando llegué, me invadió una intensa sensación de temor se apoderó de mí y no pude deshacerme de ella durante todo el día.
Mi supervisor, un tipo con un gran bigote pero sin otras características reconocibles, me saludó en la entrada y me dio un recorrido por las instalaciones, dejando mi estación de trabajo para el final. Todo el tiempo, la sensación que tuve tan pronto como entré en las instalaciones solo se fue intensificando. Cuanto más nos adentrabamos en el edificio, más incómodo me sentía.
Cuando finalmente llegamos a mi escritorio, noté por primera vez lo que en verdad estaba mal en el lugar, algo que mi "guía turístico" no mencionó durante su discurso de presentación. Había gruesas barras de hierro macizo en cada ventana, como si fuera una especie de prisión. Cuando le llamé la atención al hombre y le pregunté por la razón detrás de esa protección tan extrema, mi superior comentó en un tono desdeñoso que el edificio solía albergar un manicomio.
Mientras observaba mi nuevo entorno, tratando de aclimatarme a la habitación y sus espeluznantes rarezas, vi algo que me heló la sangre. Había cientos, o quizás miles, de rasguños en el techo sobre nosotros. Parecían hechos por uñas humanas, pero un sentimiento inquietante me hizo dudar de tal suposición.
En un intento por encontrarle sentido a todo, comenté que el hecho de que el lugar fuera un antiguo manicomio explicaba las marcas de arañazos en el techo, pero el tipo solo me miró de manera extraña antes de mirar hacia arriba. Con una expresión indescifrable, que podría haber sido un intento por ocultar el miedo que sentía, el hombre hizo un ruido extraño en el fondo de su garganta antes de finalmente abordar mi comentario.
Lo que él dijo luego, me congeló hasta lo más profundo, y hasta el día de hoy lo recuerdo muy claro. Admitió que las marcas eran nuevas, que no estaban allí hace unos días atrás. En ese momento, mi instinto me decía que huyera y jamás regresara, pero necesitaba desesperadamente el dinero.
Tal vez habría trabajado allí más tiempo ya que los rasguños no me molestaron tanto después de unas pocas semanas. Pero cuando comencé a escuchar gruñidos mientras trabajaba solo por la noche, decidí que sería mejor para mí comenzar a buscar un trabajo nuevo.
Fui a trabajar para esta nueva compañía que apenas comenzaba. Me pusieron en el departamento de ingeniería informática, ya que sabía algunas cosas relacionadas con el campo. El edificio que servía como sede estaba siendo renovado, o al menos los contratistas estaban tratando de hacerlo. Era viejo y estaba descuidado, y a pesar de los mejores esfuerzos para restaurarlo, el lugar todavía se veía horrible. Parecía que simplemente no quería el cambio de imagen.
Recuerdo el primer día más que el resto, debido a la fuerte primera impresión que tuve. Cuando llegué, me invadió una intensa sensación de temor se apoderó de mí y no pude deshacerme de ella durante todo el día.
Mi supervisor, un tipo con un gran bigote pero sin otras características reconocibles, me saludó en la entrada y me dio un recorrido por las instalaciones, dejando mi estación de trabajo para el final. Todo el tiempo, la sensación que tuve tan pronto como entré en las instalaciones solo se fue intensificando. Cuanto más nos adentrabamos en el edificio, más incómodo me sentía.
Cuando finalmente llegamos a mi escritorio, noté por primera vez lo que en verdad estaba mal en el lugar, algo que mi "guía turístico" no mencionó durante su discurso de presentación. Había gruesas barras de hierro macizo en cada ventana, como si fuera una especie de prisión. Cuando le llamé la atención al hombre y le pregunté por la razón detrás de esa protección tan extrema, mi superior comentó en un tono desdeñoso que el edificio solía albergar un manicomio.
Mientras observaba mi nuevo entorno, tratando de aclimatarme a la habitación y sus espeluznantes rarezas, vi algo que me heló la sangre. Había cientos, o quizás miles, de rasguños en el techo sobre nosotros. Parecían hechos por uñas humanas, pero un sentimiento inquietante me hizo dudar de tal suposición.
En un intento por encontrarle sentido a todo, comenté que el hecho de que el lugar fuera un antiguo manicomio explicaba las marcas de arañazos en el techo, pero el tipo solo me miró de manera extraña antes de mirar hacia arriba. Con una expresión indescifrable, que podría haber sido un intento por ocultar el miedo que sentía, el hombre hizo un ruido extraño en el fondo de su garganta antes de finalmente abordar mi comentario.
Lo que él dijo luego, me congeló hasta lo más profundo, y hasta el día de hoy lo recuerdo muy claro. Admitió que las marcas eran nuevas, que no estaban allí hace unos días atrás. En ese momento, mi instinto me decía que huyera y jamás regresara, pero necesitaba desesperadamente el dinero.
Tal vez habría trabajado allí más tiempo ya que los rasguños no me molestaron tanto después de unas pocas semanas. Pero cuando comencé a escuchar gruñidos mientras trabajaba solo por la noche, decidí que sería mejor para mí comenzar a buscar un trabajo nuevo.
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